martes, 5 de marzo de 2013

EL DERECHO A LA DIFERENCIA

Se acerca el 8 de Marzo y, como cada año, el ambiente arderá en reivindicaciones ese día. De repente, a tod@s nos parecerá muy importante decir "algo", lo que sea, dejar claro que estamos ahí, al pie del cañón, peleando por lo que es tan justo como necesario pelear: Por nuestros derechos, por la cota de respeto que todavía (a estas alturas...) se nos debe, por el reconocimiento de nuestro espacio... El 8 de Marzo tod@s alzaremos la voz para que quede claro que aquí estamos, y eso será bueno, muy, muy bueno. ¡Hay que hacerlo! ¡Hay que trabajar por hacer de ese día un día que no sea como los demás! ...Pero lo cierto, y esto no hay que perderlo de vista porque es lo que realmente hace del 8 de Marzo un día tan importante... lo cierto es que somos much@s l@s que trabajamos día a día por ello, l@s que vivimos sumergid@s en esa lucha que abarca no uno sino 365 días de cada año, de cada uno de nuestros años, cada día de nuestra vida... Hay quienes luchan haciendo mucho ruido, haciéndose muy visibles, despertando las conciencias a gritos y con luces de colores. Otr@s son menos públicos pero su trabajo, menos ruidoso, menos luminoso, es igual de importante, el esfuerzo y el objetivo es el mismo. Cada día, todos los días...
Yo formo parte de este segundo grupo.
Yo soy doula. Mi trabajo gira en torno a las mujeres. Trabajo con, por y para ellas. Las acompaño en el momento trascendental de convertirse en madres y procuro ofrecerles el sostén y la confianza que necesitan para vivir este transformación en positivo.
Doulas, madres, acompañamiento, transformación...¿Que qué tiene esto que ver con las reivindicaciones del 8 de Marzo??? Todo. Absolutamente todo.
Las mujeres pasamos el 95% de nuestra vida luchando por "hacernos hueco", por abrirnos paso en un mundo en el que, por poco que nos guste verlo, las reglas las siguen poniendo los hombres. Luchando por adaptarnos a su manera de organizar el mundo, ya sea a nivel social, estético, profesional... Nos plegamos a la manera masculina de trabajar, de relacionarnos, de vestir y hasta de pensar para tener un lugar en el mundo. Algunas mujeres especialmente conscientes son capaces de romper con esta tendencia perversa desde el principio, son capaces de enfrentarse al mundo siendo ellas mismas, a su manera, siguiendo sus propias reglas... pero son pocas. Son mujeres muy especiales. Otras, la mayor parte, necesitamos atravesar una suerte de rito de paso, necesitamos vivir una experiencia extraordinariamente transformadora para darnos cuenta de ello, para reconocerlo y reconocernos; necesitamos experimentar "algo"muy fuerte que nos abra los ojos a nuestra propia y especial y distintiva esencia, a nuestro ser femenino y a su circunstancia. Y ese rito de paso, esa experiencia vital extraordinaria, esa revelación definitiva, es la Maternidad.
Cuando nos convertimos en madres el mundo a nuestro alrededor sufre un disloque y todo parece como que se descompensa. Nosotras vivimos los 9 meses de barriguita con una ilusión infinita y una sensación de plena magia en el estómago, sintiéndonos poderosas como hadas; el sistema se empeña en atemorizarnos y ocultar la magia y el poder bajo toneladas de batas blancas, frías estadísticas, atención mecánica, paternalismo y maquinitas que hacen piiiiiiiii ...Nosotras, con nuestros bebés dormidos al pecho, funcionamos despacito; el mundo ahí fuera corre y corre... Nosotras interpretamos nuestro entorno y sus señales desde la intuición; el mundo ahí fuera se empeña en seguir siendo lógico, numérico y racional... Nosotras vivimos en un universo cíclico que no parece coincidir con el tiempo lineal que rige ahí fuera... Nosotras primamos la acción y ellos el resultado... Nosotras colaboramos y ellos ahí fuera confrontan... Nuestro cuerpo ya no encaja en el ideal que se venera ahí fuera. Nuestra nueva vida familiar difícilmente llegará a conciliarse con las obligaciones laborales que desde fuera nos imponen. Desde fuera nos piden una vida social que no tiene en cuenta nuestras necesidades ni nuestros deseos. Ahí fuera quieren que seamos de una manera que no somos. 
Ante este panorama tenemos dos opciones: Escucharnos a nosotras mismas, escuchar a nuestros cuerpos, nuestras hormonas, nuestras emociones... O renunciar a estos descubrimientos sobre nosotras mismas y en su lugar escuchar y seguir los dictados que nos llegan del exterior, del "otro lado", ese otro lado en el que tanto nos había costado encajar y que ahora...
Según cuál sea la opción que escojamos, la maternidad nos vuelve muy vulnerables ..o muy fuertes. Nos hace invisibles ...o revela nuestra apariencia real. Nos aísla ...o establece redes nuevas. Nos expulsa del sistema ...o nos rescata del mismo. Nos empequeñece social, profesional y estéticamente ...o nos empodera (hermoso término a pesar del abuso a que se le somete) hasta el infinito. Nos anula ...o nos hace SER de verdad.

Portada de la op."Mujeres que corren con los Lobos", de Clarissa  Pinkola Estes


Aunque por mucho valor que le eches es duro, y agotador, y triste, ser una mujer-madre empoderada y consciente en un mundo que no te acepta. Que no acepta tu cuerpo. Que no acepta tu sensibilidad. Que no acepta tu trabajo. Que no acepta tus decisiones.
Ese es el verdadero drama de las mujeres de nuestro tiempo: Tener que luchar por el derecho a SER MUJERES Y MADRES, del modo especial y específico en que las mujeres y las madres son, sin renunciar absolutamente a todo lo demás. Y es que sí, es cierto, son ya muchas décadas, ¡siglos! de lucha por la dignidad de las mujeres, y sí, es cierto, son muchos los logros conseguidos. Eso está bien. Muy bien. Pero es cierto también que gran parte de esos logros se han buscado (y se buscan...) mirando en la dirección de la igualdad; parece sensato, pero es que el término "igualdad" es en este contexto tan engañoso... Se han conseguido logros, muchos, sí, y eso es fantástico. Pero no es tan fantástico constatar que en la mayor parte de los casos ha sido a costa de renunciar a partes sumamente valiosas de nosotras mismas. Hemos (mal)entendido que nuestros rasgos más definitorios, y entre ellos de manera muy especial la maternidad, nos entorpecían en el camino hacia la consecución de una dignidad social, política, profesional, etc. igual a la del hombre. Hemos intentado ser iguales que ellos. Y dejar de ser tú mismo para igualarte al otro no es realmente igualdad: es sometimiento.
En este punto, la maternidad supone una fractura existencial que, a muchas mujeres, nos abre los ojos.
Esta es la realidad que muchas mujeres descubrimos al convertirnos en madres. Esto es lo que yo he descubierto siendo madre, y siendo doula. Y esto es lo que mi trabajo pretende aportar a la lucha de las mujeres por sus derechos. ¿Se ve más claro ahora?  Desde mi humilde posición, desde mi labor callada y en la sombra, quiero apoyar a las mujeres-madres que se atreven a sentirse realmente como tales. A entender su poder, su sabiduría y su naturaleza, que están más allá del mundo encorsetado en el que quieren que vivamos. Que revela que la verdadera lucha no ha de ser por la igualdad sino, muy al contrario, por la DIFERENCIA. 
¿Qué es, entonces, lo que yo reivindico? Reivindico el derecho de las mujeres-madres y, por fin, de las mujeres en general, a ser como ellas son y no como el universo masculino quiere o necesita que sean. A funcionar a nuestro ritmo que es distinto al suyo, a nuestra manera que es emocional y cognitivamente distina a la suya, con nuestras herramientas, con nuestras estrategias, con nuestras prioridades, con nuestro propio estilo y mirándonos solo en nuestros propios espejos. Y no reivindico sino que directamente exijo que esta naturaleza nuestra, diferente, femenina, maternal, sea no solo admitida sino RESPETADA Y VALORADA. 
Ahí estoy todos los días. Día a día. Cada día. sosteniendo la mano de las mujeres valientes que deciden dar el salto.
Y ahí estaré también el próximo viernes, el 8 de Marzo, un año más. Un día más.

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